jueves, 18 de noviembre de 2010

Trabajo en clases de periodismo III semestre.( comparar el sabor de la fruna, con una experiencia de tu vida)


Cuando masticas una fruna y sientes su sabor dulce dentro de tu boca, y al irla saboreando cada vez  más,  experimentas un suave y profundo amargo. Así me sentí  en el momento que me despedía de mis padres en la terminal de transporte de Valledupar.
El día anterior antes de  partir, me encontraba alegre junto con  mis amigos  de la cuadra, disfrutando con una gran sonrisa las nuevas experiencias que íbamos a tener al partir a una tierra lejana que no conocíamos, los nuevos amigos que conoceríamos y la vida plena que sería el no convivir mas juntos con nuestros padres.
Ese día no pensaba en otra cosa más que en el viaje, la universidad y mis amigos, pero se me olvidaba lo más importante, mi familia. En la noche, junto con mi mama y mi hermana,  preparaba dos maletas completamente llenas para irme, yo feliz, dichosa buscaba mis cosas y la guardaba, mientras que ellas me miraban con tristeza al saber que me iba y las dejaría por un largo tiempo.
Llego ese gran día y me levante más temprano de lo normal, el bus que se dirigía a mi destino salía a la ocho de la mañana y acompañada de mi familia, llegue a la terminal de transporte a la siete y media. Ahí todo me cambio, después de sentir ese dulce e inexplicable dicha en mi vida, paso a un profundo amargo en mi corazón. Dejaba a mi familia, no me había ido y ya la estaba extrañando.
Al sentir tantas emociones juntas, no me quedo más remedio  que soltar mis lágrimas para calmar ese amargo dolor, la gente nos miraba llorar, muchos con burla murmuraban, otros parecían compartir nuestras mismas emociones.
Así como la fruna se desase en el boca, los malos ratos también se desasen en nuestras vidas, pero en mi caso no parece superarse, ya que cada vez que toca la misma rutina, vuelve esa dura sensación a mi corazón.

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